-¿Eres así de seca con todo el mundo o te pasa algo?- Preguntó mirándome por encima de su café. No sé por qué, pero ese gesto me irritó. Mucho.
-¿Qué quieres decir?- Pregunté sin alterar lo más mínimo mi expresión facial.
-¿Por qué cuando estas conmigo parece que estás discutiendo algo de clase con un compañero?- Inquirió, juraría que con un poquito de acritud. Tomó otro sorbo de su gran tazón y se dejó caer en el sofá.
-Yo pensé que estaba tomando un café con un amigo- Respondí de nuevo con cara de miembro neutral de un jurado popular.
-¿Ah entonces es eso lo que somos?- Preguntó incorporándose, mirándome con una expresión demasiado agresiva. Tanto, que escuché como algo en mi interior hacía “click”- ¿Amigos?
-¿Esperabas algo mas?- No pude evitar enarcar una ceja y reírme, pero no por que me hiciera gracia, si no por lo surrealista de aquella situación. ¿Cuándo habíamos invertido los papeles?
Me senté a su lado sin dejar de mirarle, tratando de descifrar qué se escondía tras su expresión, sin obtener respuesta.
-¿Te das cuenta que desde que te has bajado del bus, todo lo que has hecho ha sido saludarme con un movimiento de cabeza?- Me recriminó. Lo miré atónita con los ojos abiertos de par en par. ¿Estaba molesto por aquello? ¿Qué otra cosa se supone que debería haber hecho, tomarlo entre mis brazos y darle un apasionado beso como si estuviéramos en una pelicula?
-¿A que viene esto?- Le espeté poniéndome en pie molesta. Comencé a caminar de un lado a otro del salón. El se levantó también y me agarró del brazo, con demasiada fuerza he de añadir.
-¿No eras tú la que estaba harta de mi actitud? ¿Y para castigarme te comportas como yo?- Inquirió acercándose mucho a mi. Tanto que podía sentir su aliento rozando mi mejilla. Olía a café.
Me gusta el café.
-No creo que alguien pueda fingir ser suficientemente cretino como para actuar como tú- Le respondí con una brillante sonrisa de oreja a oreja, realmente satisfecha por mi contestación.
-¿Qué cojones te pasa?- Gritó sin soltarme.
-Estoy cansada- Contesté girando la cara para no tener que mirarle. Pero él me zarandeó en respuesta, dándome a entender que no me iba a dejar escapar tan fácilmente.
-¿De qué?
-¡De ti! ¡De todo! ¡De no tener nada y tener algo! ¡De que no me quieras y te moleste que te haya saludado moviendo la cabeza! ¡De que actúes con indiferencia y que te ofenda cada puta palabra que sale de mi boca!
-¿Quieres acabar con esto?- Inquirió con cara de incredulidad. Si no fuera por lo mucho que le había oído hablar sobre chicas, incluso pensaría que aquello le dolía.
-¡Si!- Le espeté tras unos segundos mirándole con auténtico rencor. Después, subí mi mano hasta su nuca y atraje su boca hacia la mía. Él no opuso resistencia pero me miró confundido, sin entender qué estaba haciendo y por qué. Comencé a desabrochar mi chaqueta recordando nuestra anterior conversación apenas unos días atrás.
“Eres consciente de que en el momento en que acabemos en la cama, esto se habrá terminado ¿No?”
Al menos me llevaría un polvo. Algo es algo ¿No?
-Muy bien- Murmuró él posando su mano sobre las mías para pararlas- Se ha acabado entonces- Me miró serio durante unos segundos. Cerró los ojos, se llevó la mano libre a la sien, y apretó como si le doliera la cabeza- Lamento haberte echo perder el tiempo- Añadió con rencor- Ya sabes donde está la puerta, no esperes que te acompañe.